martes, 13 de enero de 2015

Acto 1: El Comienzo

Comenzó un viernes como cualquiera. Alexander Wilde era un chico aparentemente normal, tenía el cabello corto y de color gris oscuro, era delgado pero de complexión fuerte, sus ojos eran de un color azulado.  Alexander pasaba mucho tiempo solo, sus padres eran dueños de varias empresas, es por eso salían mucho de viaje y lo dejaban solo, así que tenía mucho tiempo libre para aventurarse por bastantes lugares interesantes, en especial por aquel bosque que rodeaba su no tan grande pero bella casa de madera. Todo empezó cuando Alex estaba sentado en el tejado como de costumbre, admirando la belleza del campo y de sus alrededores. Pasaba también mucho de su tiempo admirando el claro pero frío cielo de otoño, le gustaba jugar a darle forma a las nubes, ya que era de las únicas cosas que lo des estresaban de su vida de adolescente. El asistía a la escuela preparatoria Spring Valley High, no era mal estudiante, sus notas eran buenas y por eso sus padres podían dejarlo solo sin que preocuparan por él, pero su vida en la escuela no eran más que humillaciones, ya que al parecer todos los adultos creían que estaba loco, lo trataban como a un fenómeno, y eso es lo que muchas veces detonaba el instinto agresivo de muchos de los bravucones, también no importaba si fueran menores que él, siempre lo ignoraban o veían mal, los demás chicos de la escuela no lo trataban mal, pero siempre trataban de no tener contacto con él. Hubo una vez en la que Alexander quiso huir de esa ciudad, del país si acaso, solo para ir a otro lugar y comenzar de nuevo, con otro nombre, con otra vida, y lo hubiera hecho si no fuera porque tenía 2 buenos amigos los cuales eran de los más populares, una de ellas era una muchacha delgada, de complexión sencilla, con el cabello negro carbón, y ojos marrón claro, era su amiga Rei Kileen. Y un chico un poco alto, con cabello cortó pero ensortijado y de color castaño, ojos un tanto pero opaco color amarillo era su amigo Andrew Cosgrave. Al tenerlos como amigos era como si una luz divina lo protegiera, ya que siempre que estaban cerca los bravucones nunca se metían con él, en especial un chico igualmente popular y admirado por muchos de la escuela por su gran destreza deportiva, su nombre era Vergil Darnkworth, tenía el cabello un poco largo, casi llegando a los hombros y de un color negro azulado, era de una complexión delgada pero fuerte, y tenía unos ojos de color verde oscuro como el follaje del tronco de un árbol, normalmente él lo molestaba junto con su grupo de abusadores, Alexander no sabía porque, pero aparentemente Vergil parecía despreciarlo, no de la misma manera que los demás, sino de una manera más fría y despectiva, pero con Rei y Andrew no se tenía que preocupar ya que ellos lo defendían cuando Vergil estaba presente, de ahí en fuera nadie nunca le decía nada acerca de lo extraño o raro que era. Eso a Alexander le alegraba los días en la escuela, ya que no solo estaba con ellos por ser de los más populares, si no que para él ellos eran muy valiosos por ser los únicos amigos que tenía. Al regresar siempre a casa Rei y Andrew igualmente lo acompañaban para que no tuviera problemas en el camino. Por eso le gustaba estar en el tejado, para desahogarse de todos sus problemas.  Todo parecía tranquilo, no había notado nada extraño ni de interés por su aquel bello busque, sino hasta que un súbito grito desgarrador rompió con esa tranquilidad, al parecer el grito era de una mujer. El sonido provenía de lo más espeso del bosque. Estaba angustiado pero a la vez sentía curiosidad, así que se dispuso a investigar el porqué de aquel grito, bajó lo más rápido que pudo y pasó por el cobertizo a sacar su rifle de caza.

En aquel entonces sentía un miedo profundo, pero a pesar de eso se calmó y fue por el sendero hasta ahí, llego caminando hasta la entrada del bosque, con tan solo levantar la mirada se dio cuenta de que en esos pocos minutos que pasaron el bosque había pasado de tener su grato y relajante color verde, a un inquietante y gris oscuro.

En esa pausa se escuchó un rugido feroz de una bestia que al parecer se encontraba en lo más denso del bosque.
Al principio se podía ver la luz por en medio de las ramas de los árboles, pero cada vez que avanzaba más dentro del bosque, la luz se iba haciendo poco a poco más débil y se iba poniendo más nervioso.
Avanzo a lo que parecía una cascada, se detuvo a descansar y a despejar su mente de todo ese conflicto. Escuchar el sonido del agua cayendo lo relajo, todo parecía haber vuelto a su estado normal, cuando de pronto de un arbusto algo comenzó a moverse. Con sigilo y nerviosismo tomo el rifle apuntando hacia ese arbusto creyendo que podría ser la bestia que emitió su rugido antes, y lo único que sabía es que tenía miedo de lo que fuera a salir de ahí, su cabeza le comenzaba a doler, sus piernas y sus brazos no podían dejar de temblar, el miedo era tanto que parecía como si estuviese viviendo su peor pesadilla. 
Había pasado solo un minuto pero él lo sentía como una eternidad. Seguía asustado y nervioso esperando a lo que estuviese escondido, pero lo que paso lo sorprendió mucho, justo cuando se preparaba para disparar, del arbusto salió una persona cubierta por una larga capucha que parecía estar muy débil. Repentinamente se desplomo en el suelo, al parecer se había desmayado. En ese momento no supe que hacer por el miedo o la sorpresa, pero pasaron solo unos cuantos segundos antes de que reaccionara y no dudo dos veces antes de sujetarla en sus brazos y llevarla lo antes posible a su casa, pero a pesar de eso no bajo en ningún momento la guardia ya que tenía que ayudar a esa pobre persona.
Ya fuera del bosque lejos de cualquier peligro siguió por el mismo sendero hasta su casa, ya dentro la bajo y la recostó sobre el sofá, en esos momentos de tranquilidad pudo quitarle la capucha del rostro para al menos saber si era un hombre o una mujer y poder ayudarlo de la mejor manera posible. Se sorprendió mucho, ya que vio que era una mujer muy hermosa, tenía el cabello café como la canela y suave como la seda, tenía un rostro angelical con rasgos muy finos y delicados, sus labios eran de un color rosado, su piel era muy tersa y suave como el terciopelo, le quito la capa que traía encima y se avergonzó un poco al notar que solo vestía con un vestido marrón muy corto, también pudo notar que tenía una figura espectacular. Visualmente era perfecta, ya que con solo mirarla por un rato lo enamoro, así que lo que hizo fue darle un vista rápida con sus ojos para saber si tenía alguna herida, pudo notar que estaba lastimada de un brazo y tenía muchas raspaduras en las piernas, así que lo que hizo fue curar lo antes posible sus heridas, le puso unos vendajes para que no se infectaran, y después la cubrió con una manta para que pudiera descansar y recuperarse, pasado eso, se dispuso a cuidarla hasta que despertara y se sintiera mejor, porque tal vez y al menos quería que le dijese su nombre.


Trago saliva y se armó de valor para investigar aquel suceso extraño. Fue caminando despacio y sigilosamente por los arboles mientras sujetaba fuertemente el arma frente a sí.
Fue lo más deprisa que pudo hacia su casa, en ese momento el bosque parecía recuperarse con cada paso que daba.